sábado, 27 de marzo de 2010

Enseñanzas de Jesús sobre el Reino de Dios



Jesús dijo en una ocasión: "De la abundancia del corazón habla la boca" (Mateo 12:34). Y es cierto: cuando algo nos importa de verdad, a todos nos gusta hablar de ello. Por eso, a juzgar por lo que Jesús enseñó durante su ministerio, sabemos que uno de sus mayores intereses era el reino de Dios.
¿Qué es el reino de Dios? Se trata de un gobierno que Dios ha establecido y que está bajo el mando de un rey. Este gobierno constituyó el tema central del mensaje de Jesús, como lo ilustra el hecho de que se encuentren más de 110 referencias a este en los 4 Evangelios. Prestando atención a lo que dijo e hizo Jesús se puede aprender más sobre este reino y lo que hará por cada uno de nosotros.
El rey del Reino de Dios no se nombra por votación popular, sino que es Dios mismo quien lo elige. Y Jesús indicó que Dios lo seleccionó a él para este puesto.
Como bien sabía Jesús, la Biblia predijo que el Mesías prometido sería el gobernante de un reino eterno (2 Samuel 7:12-14; Daniel 7:13, 14; Mateo 26:63, 64). Así pues, cuando Jesús declaró que él era el Mesías, se identificó como el rey nombrado por Dios (Juan 4:25, 26). Por esta razón, en varias ocasiones usó la expresión "mi reino" (Juan 18:36)
Jesús también habló de un conjunto de personas que reinarán con él (Lucas 22:28-30). Al tratarse de un grupo limitado, se refirió a ellos como "rebaño pequeño". Y explicó: "Su Padre ha aprobado darles el reino" (Lucas 12:32). El último libro de la Biblia indica que, en total, son 144 mil los elegidos para este honor (Apocalipsis 5:9, 10; 14:1)
Hablando con el gobernador romano Poncio Pilato, Jesús dijo: "Mi reino no es parte de este mundo" (Juan 18:36). Siendo así, el Reino de Dios no se valdrá de ninguna organización humana para ejercer su mandato. Es evidente que debe ser un reino celestial, pues Jesús lo llamó en repetidas ocasiones "el reino de los cielos" (Mateo 4:17; 5:3, 10, 19, 20).
Jesús sabía que, una vez terminada su misión en la Tierra, regresaría a los cielos. Allí prepararía un lugar para los elegidos, lo cual haría posible que estos se unieran a él (Juan 14:2, 3).
¿Cuál es su misión? Al enseñar a sus seguidores a orar a Dios, Jesús dijo: "Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra" (Mateo 6: 9, 10). La voluntad de Dios ya se está haciendo en el cielo y, mediante el Reino, se cumplirá también en la Tierra. Para lograrlo, este gobierno realizará cambios radicales en el planeta.
Según indicó Jesús, el Reino de Dios acabará con todo lo malo. ¿Cómo? Borrando de la faz de la Tierra a quienes cometen maldades (Mateo 25:31-34, 46). entonces acabarán de una vez y para siempre la crueldad y la corrupción. Como indicó Jesús, en el mundo solo habrá personas de genio apacible, justas, compasivas, de corazón puro y pacíficas (Mateo 5:5-9).
además, todos disfrutarán de un entorno maravilloso, libre de suciedad y contaminación, pues Jesús prometió que el Reino de Dios transformará por completo nuestro planeta. Cuando un condenado a muerte le pidió a Jesús: "Acuérdate de mí cuando entres en tu reino", él le aseguró: "Verdaderamente te digo hoy: estarás conmigo en el Paraíso" (Lucas 23: 42, 43). En efecto, el Reino de Dios hará de la Tierra un paraíso como el que existió en el jardín de Edén.
Jesús no se limitó a hacer promesas, sino que también demostró lo que hará el Reino de Dios. Por ejemplo, realizó numerosas curaciones milagrosas, las cuales constituyen una pequeña muestra de todo lo que hará en el futuro como Rey. Como explicó Mateo por inspiración divina, Jesús recorría toda Galilea, enseñando en sus sinagogas y predicando las buenas nuevas del reino y curando toda suerte de dolencia y toda suerte de mal entre el pueblo (Mateo 4:23).
Curó todo tipo de enfermedades. Por ejemplo, devolvió la vista a un ciego de nacimiento (Juan 9:1-7, 32, 33). En otra ocasión, un suave toque de su mano bastó para curar a un hombre que sufría lepra (Marcos 1:40-42). Y cuando le trajeron a un hombre sordo y con un impedimento del habla, demostró que era capaz de hacer a los sordos oír y a los mudos hablar (Marcos 7:31-37).
Ni siquiera la muerte escapó al poder del Rey escogido por Dios. La Biblia habla de tres personas a las que Jesús resucitó: el único hijo de una viuda, una niña de 12 años y a Lázaro (Lucas 7:11-15; 8:41-55; Juan 11:38-44).
Jesús le reveló al apóstol Juan el futuro que les espera a quienes vivan bajo el Reino de Dios: "¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado" (Apocalipsis 1:1; 21:3, 4). Cuando llegue ese momento, lo que pedimos en oración por fin será una realidad: la voluntad de Dios se hará tanto en la Tierra como en el cielo.
Justamente Jesús enseñó que el comienzo de su reinado coincidirá con un singular período de tiempo al que denominó su "presencia". Él pronunció una detallada profesía que permitiría saber cuándo empezaría este período: en todo el mundo ocurrirían grandes desastres como guerras, hambrunas, terremotos y epidemias y habría un incremento en la delincuencia (Mateo 24:3, 7-12; Lucas 21:10,11). Estos y otros sucesos predichos por Jesús se hicieron especialmente presentes a partir de 1914, año en que estalló la primera Guerra Mundial. Esto indica que Jesús ya es Rey en los cielos. Por lo tanto, queda muy poco para que venga el Reino y se haga la voluntad de Dios en la Tierra.
Ahora bien, ¿qué repercusión tendrá en cada uno de nosotros la venida del Reino de Dios? Eso dependerá de cómo respondamos individualmente al mensaje de Jesús.
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LA ATALAYA. ABRIL 1, 2010. VOL. 131, NO. 7

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